Minicuentos

SOPA DE CABELLOS



Todavía no sentía la luz del amanecer entrando por mi habitación y mi sueño se había interrumpido por una sensación muy extraña. Mi cuarto siempre era cálido y confortable, pero en ese momento sentí un frío diferente. Provenía de mi cabeza y no en toda, era el lado izquierdo de la misma. Alcé las manos y la toqué ¿Qué rayos me estaba pasando? No sentí el peso de mi cabello al levantarme y al palpar bien, se agudizó mi sentido del tacto: ¡Dios mío no había cabello!

Me paré extremadamente agitada y asustada, corrí hasta el espejo de mí gran habitación rosa, y me pare frente al espejo de mi cómoda, era verdad, no era un sueño y mucho menos una ilusión: la mitad de mi cabeza estaba calva.

Intenté tranquilizarme y comencé a pellizcarme con la vana idea de despertar de esta pesadilla.

-¡Oh Dios!, no…no puede ser.-Grìte tan fuerte y me tapé con la mano la boca. En mi casa aún mis padres y mi hermana estaban durmiendo y si escuchaban, vendrían a ver qué me había pasado. Me tranquilicé un poco y miré el reloj, eran las cinco de la mañana, faltaban solo dos horas para entrar a clase. -¡Rayos como le haré para cubrir de la vista mi calva!-

Caminé de un lado a otro por el cuarto haciendo círculos y me puse a pensar qué sería bueno para que no se notara. Claro, tenía un gorro de frio en el primer cajón de la cómoda, ¡Cómo no lo había pensado antes! Además era invierno, no era incoherente si tenía un motivo por lo cual usarlo, hacia demasiado frío afuera y estaba nevando.

Me apresuré a arreglarme, me metí a bañar y no me lavé el cabello que tal si esto era producto del shampoo no me podía arriesgar a perder el otro lado de mi bella cabellera. Mi pensamiento intentaba analizar por qué motivo había perdido el cabello. Tocando mi cuero cabelludo, sentí las raíces del cabello, muy pequeñas pero me daban la impresión de que había sido cortado y no se me había caído como lo pensé en un principio.

Terminé de arreglarme justo a las seis de la mañana, faltaba todavía una hora. Me acerqué de nuevo al espejo y miré otra vez. No, todavía no había despertado de la pesadilla mi cabello no estaba. Qué dirían las chicas del colegio, siendo yo la más popular. Mi cabello era lo que las chicas más admiraban de mi; negro azabache, lacio, largo, muy lustroso, siempre bien peinado. Parecía el cabello de una modelo, bueno al menos eso me decían ellas. ¿Cómo podría presentarme con tremenda calva a la sociedad estudiantil?-Pensaba yo.

Tome el autobús de la mañana y me dirigí al colegio. Como era de esperarse bajando del autobús y entrando al pasillo, las miradas se posaron en mí. ¿Cómo la chica más popular usaba ese feo gorro rosa, que le cubría su bella cabellera negra?

Clara mi mejor amiga llegó a mí y me lanzó una mirada de extrañeza.

-Sol, ¿Qué te ha pasado? ¿De cuándo acá usas gorro? Sé que hace mucho frio afuera pero nunca antes los habías usado.-La miré intentando persuadir su pregunta.

-¡Ah!-me reí un poco-Lo que pasa es que el doctor me ha dicho que usara un gorrito para cubrí mi cabeza del frío, he estado un poco resfriada y no quiero faltar a clases. Además ya vienen los parciales.-Ella sólo camino y se rió un poco continuamos platicando y entramos al salón de clase.

-Muy buenos días alumnos.-La profesora me miró y enarcó las cejas.-Soledad sabes las reglas del salón no se puede usar gorros en el salón de clase, así que mejor quítatelo si no quieres que te mande a la dirección.-

-Miss por favor, no me obligue a quitármelo. El doctor me pidió que no me lo quitara por el resfriado, y no quiero faltar ya a clases por enfermedad.-Ella solo asintió con la cabeza y me pidió que me acercara a ella.

-Bueno sólo por esta vez te lo voy a permitir, pero que no se repita.-Suspirè de alivio ya eran dos personas a las que había engañado.

Las clases terminaron antes de que empezara a nevar otra vez. Tomé el autobús de regreso a casa, no era un sueño aún vivía esa pesadilla. Sentada en la parte de atrás del autobús miré por la ventana, por la calle una chica caminaba con su cabello suelto. Me recordó a mi bello cabello, la sensación de libertad de movimiento y el roce en mi espalda. Extrañe peinarlo, bueno a decir verdad me sentía pesada de un lado y ligera del otro.

Bajé del autobús y entre a la casa como si fuera una ladrona. No hice ningún ruido, ni siquiera al pisar las escaleras que siempre crujían por la madera. Mi madre realizaba las labores de limpieza, pude oír como cantaba desde arriba. Ella siempre lo hacía cuando lavaba los platos. En mi habitación trate de no mirarme al espejo, me sentía horrible, y no quería traumarme más.

Mi madre llamó para ir a comer, escuche el grito que venía del comedor.

-¡Niñas!, ¡Agustín! ¡Vengan a comer!-

Mi hermana azotó la puerta de su habitación, ella era todo lo contrario de mí. Era muy aplicada en la escuela, nunca faltaba a una clase, se vestía muy rockera y además de todo no era muy popular. En ocasiones odiaba ser la Mayor porque desde que ella era muy pequeña me querían poner de hermana ejemplar, nunca lo fui y sólo lograron que ella tuviera un odio hacia mí. ¿Cómo sería yo un ejemplo, sí tenía las notas más bajas?, y aunque era la más popular entre los chicos del colegio siempre acababa en la dirección metida en problemas con los maestros.

Salí de mi habitación y entre al comedor, no me habían esperado a comer. Mi mamá me sirvió de comer, eran albondigas.Ella sabía cuánto me gustaban, me senté y ellos comenzaron a platicar acerca de las hazañas de papá en el trabajo. No quise comer nada, me sentía deprimida por mi pérdida de cabello. Rieron los tres y luego papá dirigió su mirada a mí.

-¿Hija, te ha pasado algo? Veo que no has probado bocado, a ti te encantan las albóndigas.-

-No, papá no me pasa nada. Solo, no tengo hambre. ¿Puedo retirarme?-

-Sí, hija pero prométeme que cuando te sientas más segura me dirás qué te pasa.-

-Enserio, no es nada, comeré más tarde. Mamá guarda mi comida.-

Mamá sólo tomó la mano de papá y su mirada se posó en mí. Estaba preocupada por aquella respuesta que les había dado.

Corrí rápidamente a mi habitación y me encerré. Pensé en lo que había pasado en la mañana cuando me di cuenta que ni cabello no había caído, alguien lo había cortado.

Tratando de encontrar al posible ladrón o las pistas de quién habría sido. Revise rincón por rincón de mi habitación baño, el gran armario al lado de mi cama y debajo de mi cama en ninguno de estos sitios estaba. Sólo quedaba un espacio en donde revisar detrás de mi pared de cambio de ropa.

Al entrar al pequeño espacio de cuarto noté algo extraño. Había un pequeño mechón de mi cabello en el suelo y unas pequeñas huellas que se dirigían a una sección del mini clóset que tenía ahí.

Con mucha curiosidad abrí la pequeña puerta, se asomaba un rayo de luz. ¿Porqué rayos había luz en esa parte? Me asomé buscando una respuesta a la ilógica escena, vi algo que me paralizó el corazón del miedo y me puso la piel de gallina. Un pequeño hombrecito de escasos treinta centímetros llevaba un mechón de pelo en la mano y a su lado tenía unas tijeras. Intentando que no se me escapara un grito, miré más a fondo, había una pequeña cazuela cocinándose con fuego y en su interior una sopa de cabellos. Mi cabello era el desayuno y el almuerzo de ser extraño. El hombrecito volteó y con una cara de susto desapareció ante mi vista.

Cerré muy rápido la puertecita y corrí asustada al baño ahí me encerré tenía miedo al ser que había visto.

Reflexionando todo me di cuenta que mi cabello era hermoso porque aquel hombrecillo lo cuidaba para algún día poder comerlo. Yo sólo quería despertar de aquella alterna realidad.





LABERINTO DE EMOCIONES


Me encontraba divagando en la inmensidad de mis pensamientos. Cuánto hacía que no me ponía a pensar en mis acciones. Continué divagando hasta que frente a mi apareció un laberinto. En la entrada se encontraba un letrero que decía:

“El que entra sin temor sale con facilidad, no dudes de tu valor y la salida encontraras”

Me pareció muy raro, no entendí el mensaje. A demás que miedos podría tener estando en algo tan infantil como un laberinto. Al dar el primer paso dentro de aquellas paredes verdosas, quise ver otra vez el cuadro para analizar el mensaje, no había ninguna entrada había desaparecido y yo estaba dentro atrapada sin conocer los caminos de aquel extraño laberinto.

Caminé sin rumbo siguiendo las raras formas en las paredes. Parecían manos. Como si alguien hubiese estado tocándolas para no volver a pasar por ahì.De pequeña ponían pétalos de flores en el laberinto detrás de mi casa para no perder la pista del verdadero camino.

Seguí caminando y me di cuenta que de haber pasado aquellas enredaderas hermosas me topé con algo muy feo, parecían pinturas y no muy agradables. Eran mujeres sufriendo, hincadas por el dolor y llorando. Me sentí como ellas al recordar cada uno de mis pesares, << la muerte de un ser querido>> pensé. Me estaba desesperando mirando metros y metros de estas pinturas por todas las paredes. Casi al terminar vi una pintura que me pareció familiar, una mujer tenía a un hombre en brazos. Aquél hombre tenía una herida de bala en su corazón. La escena provocó que mi corazón saltara de miedo y una nube de dolor nublo mis ojos. Mis lágrimas brotaron de la nada, no comprendía nada de lo que veía y mucho menos mis emociones. En verdad estaba confundida.

Por fin había parado ese sufrimiento, ahora había dos caminos que elegir frente a mí. Había otro letrero en medio que decía:

“No siempre los caminos que elegimos son los mejores. De los errores se aprende”

No le tomé importancia, y elegí el camino más brillante. Me inspiraba algo de confianza y me sentí a gusto. El otro camino era feo y sólo me hacía sentir triste. Cuando tomé la decisión di el primer paso al camino brillante. Pero todo cambió perecía mentira pero aquel camino era estrecho y no había luz como lo había visto la primera vez. Sus paredes eran lúgubres y se adornaban con horribles gárgolas. << ¿Cual confiada?>> pensé. Al darme la vuelta para salir de aquel camino, la puerta había desaparecido y en su lugar había un letrero.

“Nunca se debe huir de los errores, debes aprender a enfrentar las consecuencias y aprender de ellos”

No puede entender nada de lo que me decían era como si mis ojos bloquearan el mensaje. Sólo veía paredes tras paredes el laberinto me consumía en mis más profundos pensamientos.

Me encontraba triste y desesperada no podía salir de aquel lugar. Tan obscuro y tan siniestro no había rayos de luz que me diera esperanza para salir. Cada que caminaba por los cuartos se encogían, pero mis fuerzas no se debilitaron, seguí caminando con la esperanza de poder encontrar una salida.

De pronto mis ojos se abrieron y mi mente pudo reconocer aquellos mensajes que me habían puesto. Eran las palabras de mi padre, palabras que me había dicho en vida. Al recordar todas aquellas lecciones que él me había mostrado, una lágrima de alegría brotó de mis ojos. La respuesta era clara no tenía que huir más de aquel dolor que me causaba la muerte de mi padre, la vida seguía.

Después de haberlo dicho una puerta se abrió de la oscuridad. El laberinto desapareció desperté en mi habitación con la fotografía de mi padre en las manos